
CUENTOS QUE AULLAN

Taller Virtual de Cuento
Siembra de Palabras
Desde hace cinco años, se viene realizando en el primer semestre del año, el Taller Virtual de Cuento. Este taller se especializa en el cuento corto y en abordar temáticas diversas. Les compartimos los siguientes textos a propósito de los lobos y su naturaleza.
María Victoria García
Bogotá, 1954.
Empresaria independiente. Desde muy joven ha sido una gran lectora de literatura e historia. En el año 2019, ingresó a la Escuela de Formación Artística de Chía en el área de literatura, pero no culminó sus estudios debido a que es una viajera del mundo. Sus periplos interrumpían sus estudios, por lo que decidió continuar su aprendizaje y su pasión por la escritura a través de talleres de modalidad virtual.
Desde 2020 inició su proceso creativo en el género de cuento con Tatik Carrión. Actualmente hace parte del Taller Virtual de Cuento – Siembra de Palabras.

El tiempo de la nieve
Lucía regresó a la casa de sus abuelos después de muchos años; aunque era un pueblo pequeño, tenía una inmensa vegetación: numerosos y bellos árboles rodean todo el contorno del pueblo, las montañas blancas, son el lugar donde la noche dormita. Los sonidos en esa época del año son premonitorios, se escucha el murmullo del viento y del agua, que anuncian el tiempo de la nieve.
Lucía camina por las calles empedradas y cubiertas de hielo, trae a su mente confusos recuerdos, todo ocurrió cuando era niña en ese lugar frío y triste…Caminó lentamente, mientras sentía una gran conexión con los animales que se comunicaban con ella. Le llamaban los aullidos de la noche. No tenía miedo, sino una gran curiosidad.
Cuando volvió en sí, ya estaba frente a la puerta de la casa de su infancia. El jardín apacible; recordó aquellas noches contemplando la luna llena.
Su abuela fue quien la sacó de sus pensamientos:
—¿En qué piensas? —le interrogó.
—En lo que pasó hace diez años —suspiró Lucía.
—Entiendo, fue muy difícil. En esa época el invierno fue más intenso en esta región por los acontecimientos que se suscitaron. La capa de nieve que cubrió todo, fue más espesa que nunca y generó muchos accidentes.
—Todavía me duele. ¿Por qué nos pasó eso? No entiendo.
—Los habitantes, en ese momento, eran pocos, pero muy unidos; todos nos conocíamos y nos cuidábamos unos a otros. Entre ellos había una familia muy linda, con una pequeña hija. El padre salía a cazar todos los días. Su esposa siempre le decía que regresara antes de que cayera la noche y él lo hacía, pero cada vez era más difícil conseguir el sustento para su familia y tenía que ir cada vez más y más lejos. Un día, como todos, salió. Su esposa le rogó que no fuera, porque el clima estaba muy denso, la nieve era muy traicionera y todo era mucho más peligroso. Él salió, dándole un dulce beso a su esposa y a su pequeña, pero había algo en el aire y ella tenía un presentimiento… Llegó la noche y no regresó. Pasó una segunda noche y tampoco regresó. En su desesperación, ella salió en su búsqueda. La pequeña, desesperada con miedo de quedarse sola en casa, huyó para siempre. El padre volvió, pero su compañera nunca regresó.
—Abuela... —la interrumpió Lucía, con lágrimas en los ojos.
La abuela miró fijamente a su nieta y continuó.
—Desde entonces, por las noches, solo se escucha un aullido.
—¡Yo sé que es ella! La siento…
—Sí, mi amor, como lo supones, es tu madre. Fue a buscarlo por amor y no regresó. Debo contarte todo, ahora que regresaste para conocer tu verdad.
La noche se hizo más espesa. Lucía y su abuela bajo el manto oscuro, conversaron toda la noche bajo las estrellas.
—Debes decidir entre tus dos vidas. Así lo hizo tu padre. —Dijo la abuela, con sus profundos ojos amarillos.
Lucía, no titubeó. Salió corriendo montaña arriba. Ahora, en las noches de luna llena, ya no sólo se escucha un aullido, sino dos, en el tiempo de la nieve.
Sara Jiménez Caballero
Girardot, 1948.
Se formó como Trabajadora social en la Universidad Externado de Colombia y trabajó como Administradora de Personal en diversas empresas industriales. Se ha interesado siempre por el arte y la literatura. Tiene numerosos escritos breves, todos inéditos. Ha formado parte de diversos talleres de escritura y grupos de lectura, pues ésta es su mayor afición, a la que se suman los fanzines. Vive en apacible y activo retiro en la ciudad de Girardot.

Un mundo oscuro
Cada mañana, cuando se miraba al espejo, sentía un estremecimiento irracional en su cuerpo.
Su rostro cada vez más ajado; sus ojos, que una vez miraron otros ojos con dulzura, eran distantes. Su mirada hipnotizaba. La boca cada vez más prominente. Su cabellera grisácea aumentaba. Su olfato le insinuaba extrañezas. Sus dientes lo confundían. Todo él era un mundo oscuro que jamás había conocido.
¿Cuándo había empezado a experimentar esos cambios? No lo sabía con certeza; unos días, unas semanas, qué más daba. Lo cierto era que sus rasgos se volvían más visibles con el paso de las horas. No había forma de ocultarlos. Y esas orejas… que no eran las suyas, pequeñas y triangulares, sigilosas a ruidos extraños, lo delataban.
Entonces, aterrado, pensó por primera vez en su alma. ¿Qué pasará con ella? Un aullido fuerte, desenfrenado, salió de su ser atormentado. Dio un salto brusco y quedó en cuatro patas largas y peludas, mostrando unos dientes afilados y una cola que batía con ferocidad.
Así, con zancadas de animal salvaje, avanzó velozmente, con furia, con decisión, con ansias de venganza y de acabar con el mundo que había acabado con él.
Sol Beatriz Arango Ramírez
Medellín, 1963.
Es administradora de negocios de la Universidad EAFIT de Medellín y magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. Cursó estudios en Literatura con énfasis en escritura creativa (2022) en EFAC, en Chía.
En sus inicios escribió documentos técnicos relacionados con su trabajo, haciendo publicaciones en revistas especializadas y revistas como la de la Universidad Javeriana. Ha participado en diversos talleres de lectura y escritura, pues son sus pasiones.
En los últimos años, y debido a su traslado a Chía, su escritura dio un giro, inclinándose a escribir sobre lo cotidiano y sus experiencias personales. Aunque tomó como reto escribir ficción desde el género del cuento. Actualmente participa de forma activa en diversas actividades literarias.

Nocturna nostalgia
Esa noche, como las últimas noches, la despertó de un sobresalto, el largo, triste y afligido aullido de un lobo. Era extraño cómo lejos de sentir incomodidad, rabia o reproche, solo percibía que por un momento se fundía en una misteriosa y momentánea tristeza. Luego, como si nada hubiera sucedido, volvía a caer en un sueño profundo.
Al levantarse, sintiéndose nostálgica, preparaba un café y se sentaba en su terraza a mirar en silencio aquel bosque, esperando con anhelo alguna señal o movimiento que le permitiera ubicar a aquel que le perturbaba el sueño. El olor a café y ese aire fresco y frío de la mañana la llevaban a evocar los momentos compartidos con su padre y sus historias con los lobos, las cuales nunca supo si eran reales o fruto de su fantasía, pero de lo que sí estaba segura era que su padre les profesaba una profunda admiración y cariño.
El tema de los aullidos nocturnos era un poco extraño, pues le llamaba la atención que ningún aldeano y ninguno de los inquilinos lo comentaba, entonces optó por guardarse aquello para sí misma, pues temía que por algún comentario suyo, su lobo o los lobos fueran presa de una expedición de cazadores. Su padre le había enseñado que los aullidos eran su manera de comunicarse y que, dependiendo de la situación, eran diferentes; emitían uno para defenderse, otro para localizarse, para alertar sobre la presencia de depredadores y hasta para manifestar su cariño, pero claramente a ella, entre el sueño y la vigilia, le quedaba muy difícil descifrar cuál era aquel tipo de aullido que escuchaba hace ya varias noches.
Una mañana, encontrándose aún en su cama, la sorprendió el sonido de una moto y posteriormente fuertes golpeteos en su puerta. Asustada y sorprendida se levantó adormilada, se encontró al otro lado de la puerta a Walter, el de la cabina telefónica que había subido la montaña en su vieja moto, para informarle que la llamaban del asilo donde estaba su padre y que le manifestaron necesitarla con urgencia; ella, sin dudarlo, tomó su abrigo y salió con Walter montaña abajo. Al llegar a la cabina, ya se había perdido la comunicación y por más que intentaron, no lograron recuperar la llamada; triste y en silencio recorrió su largo camino de regreso a casa, sintiendo aquella nostalgia nocturna y mirando al Bosque.
Esa noche, no escuchó los aullidos del lobo.
Luis Alberto Niño Alarcón
Bogotá, 1971.
Publicista de la Universidad Central de Colombia. Egresado del programa de Literatura con énfasis en Escrituras Creativas, EFAC 2022. Integrante de varios talleres de escrituras creativas. Enamorado de las letras, lector asiduo y escritor en construcción permanente.
Finalista en el concurso de microrrelatos “Sabores de nuestra tierra”, Marca Cundinamarca, 2021. Ganador del Concurso de cuento “Chía un territorio de imaginarios” de la Red de Bibliotecas Públicas del Municipio de Chía, 2021.
Sus textos aparecen en: Antología Relata, 2023; Antología “Alegría de Escribir”, 2023; Antología “No todos los días son iguales”, Taller La Tinaja, 2023.
Actualmente es el Director del Club de Lectura del Café Libro Literal desde el año 2024 y representante del área de literatura en el Consejo Municipal de Cultura desde el año 2023.

Supervivencia
De manera inexplicable las bestias se multiplicaron en poco tiempo, arrasando lo que encontraban a su paso. Eran depredadores temibles. Habían exterminado comunidades enteras, su hambre era insaciable.
—No entiendo cómo proliferaron en tan poco tiempo —Tulok le hablaba al jefe, mirando a las estrellas, como implorando respuestas.
—¡Son una plaga maldita! Por ahora, lo mejor será refundirnos en lo profundo del bosque, ahí podremos protegernos mejor. —Atka miraba con resignación las tierras que habían sido el hábitat de su pueblo por muchas generaciones —Tulok, reúne a todos los padres. Que guíen a sus familias hasta el arroyo en las montañas sagradas. Hasta la entrada de la gran cueva.
En medio de la oscuridad que había extendido su manto sobre el mundo, los alaridos de las bestias retumbaban, rebotando entre los árboles, haciéndose cada vez más cercanos.
—¡Nos hallaron! Los guerreros y yo trataremos de detenerlos. ¡Corran!
De pronto, relámpagos que salían de entre las bestias iluminaban la noche, los truenos a los que tanto temían Tulok, Atka y los suyos liberaban hálitos de muerte. Una fuerza que no entendían, perforaba sus cuerpos y a algunos los mataba de inmediato.
Atka cayó, sus ojos vidriosos reflejaban una luna que se bañaba en sangre. Su leal compañero se acercó. Con voz pausada, acopiando el aire que podía, el jefe aupó a Tulok.
—Huye... guía a los que puedas lejos de acá.
—No lo abandonaré, Atka. Lucharemos hasta la muerte
—No, Tulok. Los nuestros deben sobrevivir. Estas bestias no van a parar. Ya arrasaron zorros y linces.
Tulok intentaba levantar a Atka, mientras emitía sonidos que parecían invocar a los dioses de la naturaleza para que lo ayudaran. Fue inútil.
Ya con los ojos zarcos casi cerrados, como dos gemas que se guardan en cofres de terciopelo, Atka emitió un último consejo:
—Queda nuestra raza. Nunca confíen en las bestias que corren en dos patas.
Cerró los ojos y expelió un último vaho que se fundió con la niebla.
Tulok emprendió la carrera guiando a los demás hacia lo inhóspito del bosque, mientras su hocico soltaba aullidos de lamento.
En lengua Inuit:
Atka: Significa “espíritu guardián”.
Akiak: La palabra inuit para “valiente”.
*Las lenguas inuit son un grupo de lenguas indígenas habladas por los pueblos inuit de Alaska, Canadá y Groenlandia.
Todos los textos aquí presentados fueron enviados por los escritores invitados, quienes dan fe de su autoría ante los derechos de autor correspondientes. La Revista Fuerza de la Palabra y su equipo no se hacen responsables de reclamaciones a las que se llegase. Las temáticas abordadas y los pensamientos expresados son responsabilidad de cada autor.
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