
HOMENAJE

Marina Colasanti
Por: Daniela Cuaical.
Asmara, 1937 - Río de Janeiro, 2025.
Escritora, periodista, traductora y artista visual ítalo-brasileña cuya obra marcó profundamente la literatura infantil y juvenil en Latinoamérica, pues, desde pequeña, gracias a su padre, encontró en la literatura infantil un refugio y una fuente inagotable de historias que estimulaban su imaginación. Tras vivir un tiempo en Italia, durante la Segunda Guerra Mundial, su familia emigró a Brasil cuando ella tenía once años. Fue en este país en el que se radicó y donde construyó una prolífica carrera literaria y periodística.
Estudió Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Bellas Artes en Brasil. Más adelante inició en los medios con el Jornal do Brasil, en el cual trabajó como redactora, columnista e ilustradora. Fue allí donde comenzó a explorar el mundo de los cuentos de hadas a través de la escritura, renovando el género con una mirada contemporánea y una prosa poética.
Por otro lado, también trabajó en televisión siendo presentadora y guionista, y estuvo a cargo de la edición de varias revistas, entre las que destaca su labor en la revista feminista Nova. En ella abordó temas de género en medio del contexto de la Dictadura militar de Brasil y el consecuente ámbito conservador, lo que le mereció el Premio Abril de Periodismo en repetidas ocasiones (1978, 1980 y 1982). Adicionalmente, participó en el seminario sobre narrativa femenina brasileña Entre resistir e identificar-se de la Universidad de Illinois (1996) y dictó conferencias en la Universidad de California, Chapel Hill (1998) y el Instituto Cervantes (2005).
Publicó más de setenta libros, entre los que destacan cuentos, novelas y poesía tanto para adultos como para niños. Su obra se caracteriza por la profundidad de sus personajes, su lenguaje evocador y su capacidad para entrelazar lo fantástico con la realidad cotidiana. Entre sus libros más destacados se encuentran Cuentos de amor rasgados (1986), Ruta de colisión (1993), La niña y el cordero (1994), Lejos como mi querer (1997), La amistad bate la cola (2001), La joven tejedora (2004), Veintitrés historias de un viajero (2005) y Mi guerra ajena (2010).
Marina Colasanti recibió numerosos premios a lo largo de su carrera, destacándose su múltiple galardón en el Premio Jabuti (1993, 1994, 1997, 2010, 2011 y 2014). En 2017 obtuvo el XIII Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. Otros premios notables incluyen el Premio Norma-Fundalectura (1996) y el Premio Machado de Assis de la Academia Brasileña de Letras (2023).
Durante sus últimos años, Marina Colasanti continuó participando en iniciativas como el programa Leamos juntos del Departamento de Educación de Guatemala (2013). Sin embargo, después de la pandemia del 2020 y debido a algunos sucesos personales, la autora fue dejando cada vez más su vida pública. Finalmente, falleció el 28 de enero de 2025 en Río de Janeiro, a los 87 años de edad.
Desde Fuerza de la Palabra, reconocemos, a cuatro meses de su fallecimiento, toda su obra y los importantes aportes que nos ha dejado para la lectura y la escritura. Les dejamos un fragmento de su cuento En noches de luna llena, el cual hace parte de Entre la espada y la rosa, uno de sus libros más conocidos a nivel universal.
Fragmento de
“En noches de luna llena”
Hubo un tiempo en que la luna era solo llena, siempre redonda, visible, igual. Y en ese tiempo hubo una noche en que, mientras avanzaba por el cielo, se vio de repente reflejada allá abajo, en el agua quieta de un pozo. Se encontró tan linda, aun a la distancia, que quiso verse más de cerca. Se desvió de su camino, se aproximó, se inclinó al borde de la oscuridad, se inclinó más, hasta que… ¡¡¡tchibum!!!, sin saber ni cómo, cayó allá, al fondo.

La noche se hizo negra como nunca. Callaron los sapos, enmudecieron los grillos. Por primera vez prisionera, la luna fue obligada a esperar la llegada del día.
Y así, presa entre las paredes lamosas del pozo, el pastor la sorprendió cuando llegó a la mañana siguiente a dar de beber a sus ovejas. Al principio no lograba creerlo. Miró hacia el cielo, buscó entre las nubes. Sólo el sol brillaba. Volvió a mirar hacia abajo. No había equivocación posible. Redonda y blanca, la luna parecía flotar en el agua como una yema en la clara.
¿Qué hacer para sacarla de allí? Despacio, cuidando de no golpearla, el pastor bajó el balde. Esperó que se hundiera, después lo balanceó suavemente, y comenzó a tirar de la cuerda. Intentaba pescar la luna, pero el balde era pequeño, el asa se atascaba, y la luna, mojada, se resbalaba como un pez. Una y otra vez, el pastor intentó, sin resultado. Cuanto más insistía, más nervioso se ponía. Cuanto más nervioso, más improbable la pesca.
Finalmente, desconsolado, se sentó. Alrededor, las ovejas pastaban, ajenas a sus esfuerzos. El sol ya había avanzado mucho. Cuando la tarde llegara a su fin, nada más se podría hacer. Y era necesario liberar a la luna para que iluminara la noche.
Entonces, como si la hubiera tenido siempre ahí, frente a sus narices, la idea más sencilla se le ocurrió.
Rodeó el pozo con los brazos, respiró hondo y tiró con tanta fuerza que, de un jalón, logró volcarlo boca abajo. El agua, toda, salió, oscura como un río. Y en medio del agua, la luna rodó sobre la hierba. Rodó, rodó, paró junto al hocico de una oveja. Que, al verla tan blanca y lisa, de un solo bocado la engulló.
En vano el pastor sacudió a la oveja, en vano la levantó por las pezuñas traseras para obligarla a vomitar la luna. Lo que ella había engullido, engullido lo guardó. Y el pastor no tuvo más remedio que juntar el rebaño y volver al corral.
Sin embargo, por la noche, trancada la puerta, apagado el farol, notó que el corral seguía iluminado. Era la oveja comilona que brillaba, la luz de su barriga le atravesaba la piel y la lana.
Ladraba el perro, se agitaban las otras ovejas. Con aquella luz, nadie lograría dormir. El pastor cargó a la oveja en el regazo, la llevó afuera. Y después de acomodarla sobre un poco de paja, volvió y trancó la puerta del corral, por fin oscuro. En el calor del rebaño, se dispuso a dormir.

Ilustración tomada de Entre la espada y la rosa. Instituto Distrital de las Artes - IDARTES, p. 82, 2024
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