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HOMENAJE

 A LOS 100 AÑOS

DEL NATALICIO DE MEIRA DELMAR

Meira Delmar (Barranquilla, 1922 - 2009)

Olga Isabel Chams Eljach, conocida por el seudónimo de Meira Delmar, fue una poetisa colombiana de ascendencia libanesa.

Fue una de las más significativas poetisas del siglo XX en Colombia, considerada el nombre femenino más destacado de la poesía del país. Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua desde 1989, del Centro Artístico de Barranquilla, de la Comisión Interamericana de Mujeres, del Club Zonta Internacional de Mujeres Profesionales y Ejecutivas y de la Sociedad de Mejoras Públicas.

En su honor fue creado el Premio Nacional de Poesía Meira Delmar, cuya primera entrega se efectuó el 30 de abril de 2008; y que fue creado para valorar, reconocer y determinar el libro de poesía más significativo publicado y escrito por una poeta colombiana, residente en el país o en el extranjero.

Durante su vasto recorrido como poetisa, Meira Delmar le escribió al amor, al olvido y a la muerte, orientando siempre su poesía al punto de vista femenino de estos temas, que se consideran ejes centrales dentro de su obra.

BREVE MUESTRA POÉTICA

A LAS ACACIAS EN FLOR

 

Las acacias están florecidas
y mojadas por lluvia reciente,
yo te espero bajo ella sonriente
y creo ver tu silueta querida.

Apresura tu paso esperado
que ya vuelve de nuevo a llover,
hoy te espero contenta,
hoy al fin me he entregado sincera y resuelta
a creer pronta, muy pronta tu vuelta.

¡Esta lluvia me ha hecho vivir!

 

MUERTE DEL OLVIDO

Se me murió el olvido

de repente.

Inesperadamente,

se le borraron las palabras

y fue desvaneciéndose

en el viento.

En busca suya el corazón tocaba

todas las puertas.

Nadie. Nada.

Y allí donde estuviera se instaló

de nuevo,

el doloroso amor,

el implacable,

interminablemente.

 

CARTA DE ROMA

Te escribo, amor, desde la primavera.

Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.

La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.

Los árboles repiten siete veces
la música del viento en las colinas,
y el húmedo llamado de las fuentes
guía mis pasos.

Más bella que en el aire
una rota columna hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.

Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiempo,
asomada a los puentes Roma busca
su imagen sobre el Tevere,
y en vez del nombre suyo ve que tiembla
tu nombre, amor, en el rodante espejo.

 DEJO ESTE AMOR AQUÍ...

Dejo este amor aquí
para que el viento
lo deshaga y lo lleve
a caminar la tierra.

No quiero 
su daga sobre mi pecho,
ni su lenta
ceñidura de espinas en la frente
de mis sueños.

Que lo mire mis ojos
vuelto nube,
aire de abril,
sombra de golondrina
en los espejos frágiles
del mar...


Trémula lluvia
repetida sin fin sobre los árboles.

Tal vez un día, tú
que no supiste
retener en las manos
su júbilo perfecto,
conocerás su rostro en un perfume,
o en la súbita muerte de una rosa.

DESVELO

A la hora del alba cuando el sueño
me abandona,
recorro los momentos
de nuestro amor, en busca
de los rostros de entonces,
los sueños, las palabras.

Todo en vano.

Nos fue borrando el tiempo,
sus implacables manos,
deshaciendo los cuerpos para sólo
dejarnos, viva llama, que no cesa
de arder en el vacío.

EL ESCUDO

Cuánto te quise, amor, cuánto te quiero,
más allá de la vida y de la muerte.


Y aunque ya nunca más he de tenerte,
eres de cuanto es mío lo primero.

Más que el sol del estío, verdadero,
tu recuerdo mitiga, por mi suerte,
la sombra que me ciñe, y se convierte
en la luz que ilumina mi sendero.

Nada ni nadie desterrar haría
de mi frente aquel tiempo jubiloso
en que eterna la dicha parecía.

Contra el olvido y su tenaz acoso
defenderá por siempre y a porfía
su condición de escudo milagroso.

ESTE AMOR 

Como ir casi juntos

pero no juntos,

como

caminar paso a paso

y entre los dos un muro

de cristal,

como el viento

del Sur que si se nombra

¡Viento del Sur! parece

que se va con su nombre,

este amor.

 

Como el río que une

con sus manos de agua

las orillas que aparta

con sus manos de agua,

como el tiempo también,

como la vida,

que nos huyen viviéndonos,

dejándonos

cada vez menos nuestros

y más suyos,

este amor.

 

Como decir mañana

y estar pensando nunca,

como saber que vamos

hacia ninguna parte

y sin embargo nada

podría detenernos,

como la mansedumbre

del mar, que es el anverso

de ocultas tempestades,

este amor.

 

                 Este

desesperado amor.

NUEVA PRESENCIA

Venías de tan lejos como de algún recuerdo.

 

Nada dijiste. Nada. Me miraste los ojos.

Y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.

 

Desde una azul distancia me caminó las venas

una antigua memoria de palabras y besos,

 

y del fondo de un vago país entre la niebla

retornaron canciones oídas en el sueño.

 

Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.

Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.

 

La tarde reclinaba su frente pensativa

en las trémulas manos de los lirios abiertos,

 

y a través de las nubes los pájaros errantes

abrían sobre el campo la página del vuelo.

 

Con los hombros cargados de frutas y palomas

interminablemente pasaba el mismo viento,

 

y en el instante claro de los bronces mi alma,

llena de ángelus, era como un sitio del cielo.

 

Una vez, antes, antes, yo te había perdido.

En la noche de estrellas, o en el alba de un verso.

 

Una vez. No sé dónde... Y el amor fue, tan sólo,

encontrarte de nuevo.

HUÉSPED SIN SOMBRA

Nada deja mi paso por la tierra. 


En el momento del callado viaje 
he de llevar lo que al nacer me traje: 
el rostro en paz y el corazón en guerra. 

Ninguna voz repetirá la mía 
de nostálgico ardor y fiel asombro. 


La voz estremecida con que nombro 
el mar, la rosa, la melancolía. 

No volverán mis ojos renacidos 
de la noche a la vida siempre ilesa, 
a beber como un vino la belleza 
de los mágicos cielos encendidos. 

Esta sangre sedienta de hermosura 
por otras venas no será cobrada. 

No habrá manos que tomen, de pasada, 
la viva antorcha que en mis manos dura.

 

Ni frente que mi sueño mutilado 
recoja y cumpla victoriosamente. 


Conjuga mi existir tiempo presente 
sin futuro después de su pasado. 

Término de mí misma, me rodeo 
con el anillo cegador del canto. 


Vana marea de pasión y llanto 
en mí naufraga cuanto miro y creo. 

A nadie doy mi soledad. Conmigo 
vuelve a la orilla del pavor, ignota.

 
Mido en silencio la final derrota. 

MUERTE MÍA

La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.

La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros, 
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.

¡Otra cosa es la muerte!

Decir tu nombre una 
y otra vez en la niebla 
sin que tornes el rostro 
a mi rostro, es la muerte.

 
Y estar de ti lejana 
cuando dices "La tarde 
vuela sobre las rosas 
como un ala de oro”.

La muerte es ir borrando 
caminos de regreso 
y llegar con mis lágrimas 
a un país sin nosotros 
y es saber qué pregunta 
mi corazón en vano 
por tu melancolía. 

¡Otra cosa es la muerte!

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