
ENSAYO

Inteligencia artificial y literatura:
transformación, no reemplazo
Por: Fergie Tatiana Fabra Parra.
La relación entre inteligencia artificial (IA) y literatura ha pasado, en pocas décadas, de ser un ejercicio especulativo a convertirse en un desafío crítico para los estudios literarios contemporáneos. La irrupción de modelos generativos obliga a repensar conceptos centrales como autoría, creatividad, lector, forma, obra y valor literario. En este artículo sostengo una postura clara: la IA transforma el campo literario, lo amplía, lo tensiona y lo redefine, pero no puede reemplazarlo. La literatura, como práctica humana profunda, no se agota en la producción textual, se sostiene en experiencias, tradiciones, conflictos y procesos interpretativos que una máquina no puede replicar.
Terry Eagleton (1998) recordaba que “la literatura no es un cuerpo estable de obras, sino un conjunto de prácticas discursivas que ciertas sociedades deciden considerar literarias” (p. 10). Esta idea resulta fundamental para entender la discusión contemporánea de si la literatura no es un objeto fijo, sino una construcción cultural en permanente negociación, ¿qué ocurre cuando ese campo recibe textos producidos por inteligencia artificial? La cita de Eagleton no solo plantea que la literatura es una categoría móvil, también depende de una comunidad interpretativa que legitima, selecciona y valora. Por ello, la pregunta central ya no es si la IA es capaz de escribir, es si aquello que produce puede entrar en el circuito literario en términos hermenéuticos (entiéndase hermenéutico como la teoría de interpretación de textos literarios) institucionales y afectivos, es decir, si estos textos pueden sostener las mismas funciones culturales, estéticas y emocionales que la literatura creada por seres humanos.
Desde la narratología clásica, Gérard Genette explica que la literatura se organiza mediante el relato, la narración y el discurso, los cuales configuran la experiencia humana (Genette, 1989). Esta afirmación es clave, pues muestra que la literatura no solo presenta eventos, los organiza desde una perspectiva, una temporalidad y una intencionalidad. La IA se basa en datos, no en experiencia, reproduce patrones, no vivencias. Su producción es un simulacro de narratividad, no una narración nacida de la conciencia o del conflicto humano. Aunque técnicamente pueda generar relatos coherentes, carece de lo existencial que sostiene la narración literaria y que permite que una historia articule sentidos simbólicos y afectivos.
En esta línea, la teoría de Wolfgang Iser resulta especialmente pertinente. Para Iser (1984), la obra literaria se actualiza en la imaginación del lector y en su acto interpretativo. Dicho de otro modo, la literatura es dinámica, es decir, depende del encuentro entre texto y lector (humano). La IA puede generar textos, pero no puede activar por sí misma el proceso estético, pues no participa en la interpretación como sujeto, lo hace como herramienta. No lee, no imagina, no proyecta expectativas, solo calcula y reproduce datos.
Los estudios narrativos contemporáneos refuerzan esta perspectiva. Seymour Chatman (1990) señaló que todo relato se construye mediante la interacción entre historia (qué se cuenta) y discurso (cómo se cuenta). La IA puede simular estos niveles, pero carece de experiencia humana. La IA no vive el tiempo, lo procesa. No experimenta conflicto, lo reproduce. No encarna una subjetividad en transformación, opera desde un algoritmo.
Los estudios de literatura digital muestran, sin embargo, que la tecnología no elimina la literatura, la transforma. Katherine Hayles (2008) explica que los textos digitales exigen nuevas formas de lectura y expanden los horizontes del discurso literario. En este marco, la IA no amenaza la literatura, la reconfigura.
En este contexto, las voces de escritores contemporáneos adquieren especial relevancia. En Letras, IA, bytes y bits, se afirma que: “Una máquina puede copiar mi estilo, pero no puede cargar con mi biografía; y sin biografía no hay literatura, solo simulacro” (La Palabra, 2022, p. 34). Y de igual modo asegura que: “El acto literario no es sólo escritura, sino conciencia de escritura” (p. 36). Estas declaraciones evidencian una preocupación compartida: la literatura es una práctica encarnada, histórica y subjetiva, y la IA, por desarrollada y avanzada que esté, no puede asumir la escritura desde una posición subjetiva.
Como conclusión, sostengo que la inteligencia artificial puede redefinir el campo literario, pero no ocupar el lugar del autor ni sustituir la literatura escrita por humanos. La literatura se puede ver como una forma de comprender el tiempo, confrontar la tradición, construir sentido y hacer posible aquello que antes no lo era. Ninguna de estas operaciones puede ser ejecutada por un modelo estadístico, por desarrollado que sea.
La IA produce texto, pero no obras, entendiendo esta como el conjunto de vivencias, biografías, subjetividades, emocionalidades e imaginación que desarrolla el autor y el lector en el momento de la creación literaria y la lectura de esta. Cuanto más imita la IA la forma literaria, más valiosa se vuelve la dimensión humana de la literatura. En un mundo saturado de texto generado automáticamente, la escritura que nace de la vulnerabilidad, la memoria, el deseo o el conflicto humano se vuelve más visible, más necesaria y más irreductible.
La inteligencia artificial transforma la literatura pero no la reemplaza. La literatura es un campo de humanidad, un espacio donde la palabra encarna experiencia, donde la lectura genera sentido y la creación se entreteje con vivencias, historias, pasiones, miedo, deseos, y todo lo que envuelve al ser humano. Pues, al final, son estas vivencias y emocionalidades compartidas, en medio de subjetividades, lo que permite acercarse a escritos, desde una emocionalidad y conexión, desde una humanidad frágil que busca dar sentido o alejarse de la realidad a través de la literatura; busca conectar con aquellas visiones y experiencias que nacen desde la temporalidad, toma de decisiones, y conflictos.
Bibliografía
Barthes, R. (1977). Imagen, música, texto. Hill and Wang.
Bloom, H. (1994). El canon occidental. Harcourt Brace.
Chatman, S. (1990). Historia y discurso: La estructura narrativa en la novela y el cine. Cornell University Press.
Eagleton, T. (1998). Una introducción a la teoría literaria. Blackwell.
Genette, G. (1989). Figuras III. Seuil.
Hayles, N. K. (2008). Literatura electrónica: Nuevos horizontes del texto digital. University of Notre Dame Press.
Jauss, H. R. (1982). Hacia una estética de la recepción. University of Minnesota Press.
La Palabra. (2022). Letras, IA, bytes y bits: ¿Quién escribirá la literatura del futuro? Revista La Palabra.
Murray, J. (2012). Inventando el medio: Principios para el diseño en la era digital. MIT Press.
Pressman, J. (2014). Modernismo digital: Hacerlo nuevo en los nuevos medios. Oxford University Press.
Ricoeur, P. (1984). Tiempo y narración I: La configuración del tiempo en el relato histórico. University of Chicago Press.