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Revista Fuerza de la Palabra
En Memoria de Juan Gustavo Cobo Borda
Q.E.P.D

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Breve Muestra Poética 

Consejos para sobrevivir

I

Tu recuerdo me acorrala

y un animal, débil y acezante,

cura sus heridas con paciencia.

Me huelo buscando en mi piel

huellas de la tuya

y hay algo ciertamente espantoso

en dormir sin ti.

Repito,

un poco cansado de recalcar lo obvio,

que te quiero y ojalá nunca me olvides.

Pero esto es, o pretender ser,

un poema de amor.

Borra el énfasis,

diluye todo grito patético

y recuerda que la mayor sabiduría

consiste en desaparecer a tiempo.

II

Ahora, cuando mi vida

se parece cada vez menos a mi vida,

recorro las calles de piedra del pasado

y contemplo, turbio de asco e ira,

cómo todo se reduce a la muy larga torpeza

de incesantes comienzos.

Recuerdos enmohecidos, malas costumbres

y ese desasosiego que nos acoge

con rubor inevitable: la cobardía.

Repugnancia por días inmundos

y el seguir, con terquedad,

prisioneros de nosotros mismos.

Vieja y sagaz

la tristeza adivina nuestro único rostro valedero.

Entretanto, en el bosque nocturno,

el cadáver florecía de deseo.

Nuestra herencia

En verdad sólo los viejos odian con razón.


Sólo ellos han hecho el duro aprendizaje
de la trampa doméstica.


Oponen así un aire paternal a la usura de los días
y logran llegar inmunes
al tumultuoso desorden de la fiebre,
la boca llena de flemas,
escupiendo sangre y maldiciones
mientras las visitas comienzan a retirarse, en voz baja,
y reanudan su charla en la habitación vecina:
pésames y condolencias.

¿Perdí mi vida?

Mientras mis amigos, honestos a más no poder,
derribaban dictaduras,
organizaban revoluciones
y pasaban, el cuerpo destrozado,
a formar parte
de la banal historia latinoamericana,
yo leía malos libros.


Mientras mis amigas, las más bellas,
se evaporaban delante de quien,
indeciso, apenas si alcanzaba
a decirles la mucha falta que hacen,
yo continuaba leyendo malos libros.


Ahora lo comprendo:
en aquellos malos libros
había amores más locos, guerras más justas,
todo aquello que algún día
habrá de redimir tantas causas vacías.

Búsqueda

¿Qué aguijón

nos obliga a ir
tras espejismos?


¿Con qué fuerza
irreprimible
la sugerencia
de la dicha
nos encadena
a imágenes obsesivas?


Mares que rugen
dejan abierto un abismo.


Aquel que conduce
al más vasto
continente desconocido.


Las feroces selvas
donde late
el corazón imbatible
a la espera de quien
vuelva música
su delicado,

su atroz latido.

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