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Revista Fuerza de la Palabra 
Invitada Especial 

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Luz Mary Giraldo, Ibagué, 1950

 

Nacida en Ibagué, es poeta, ensayista, antóloga y gestora cultural, doctora en Filosofía y Letras con énfasis en Literatura Hispanoamericana y Colombiana. Actualmente y es profesora en la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional deColombia. Como poeta ha publicado nueve libros de poesía y cinco antologías, dos de ellas en Italia y Rumania. Tiene poemas parcialmente traducidos al inglés, francés, croata, portugués, aimara Además de ser autora de varios libros de ensayo sobre literatura colombiana, ha publicado reconocidas antologías de cuentos de autores y autoras colombianas con Fondo de Cultura Económica, Planeta, Alfaguara, el Instituto Catalán de Cooperación Iberoamericana, el Instituto Cervantes y Sodobnost International de Eslovenia. Es autora de dos antologías de poetas, una de iberoamericanas y la otra hispánicas de poetas, respectivamente publicadas por la Universidad Externado de Colombia y por Sílaba Editores. Ha recibido premios nacionales e internacionales en los géneros que cultiva y ha sido homenajeada en varios festivales internacionales de poesía.

BREVE MUESTRA POÉTICA

 

En cada plato

Mi sueño en cada plato 

como tus ojos cuando tienes hambre

y en la cocina apenas hay mercado

tal vez un poco de cilantro

un pedazo de pan

agua para un caldo simple

aceite en la despensa

y cubiertos a la espera. 

Huelo el plato ajeno en la memoria 

la leche caliente para el frío

miel y limón cuando duele la garganta

y la taza vacía 

sobre la mesa.

Mi sueño es no escribir sobre lo mismo 

sino encontrar tu plato lleno.

 

      

Como un centinela

La vida por siempre dando vueltas

y como un centinela 

la muerte llama con todo y sus gerundios:

gato lamiéndose despacio 

perro ladrando en la mitad del sueño

pájaro cantando al comenzar el día

mientras tejen su tela las arañas.

Golpea el viento

apaga un sonido en la ventana

se escucha la zozobra

parpadea la luz

y el silencio recoge algarabías.

Suenan distintas formas de alegría:

pequeñas cosas que pasan en la casa.

Entre los árboles

Oigo la vida 

pájaro carpintero 

la oigo en todas partes 

dándole fuerte a la corteza. 

Golpea contra el viento 

pica los días de madera. 

Pájaro milenario 

golpea en el árbol de la vida 

y mientras las hojas caen 

cambia el color del tiempo 

se agota como reloj de arena 

marca muy lento 

más lento cada vez

más lento

lento.


Oigo sonar de nuevo la corteza: 

otro pájaro inicia la jornada 

y el día comienza 

como la noche entre los árboles.

 

La clepsidra

En mi casa se oye la clepsidra:

gotea sin detenerse

aunque no esté la abuela y sea yo quien doble las camisas

y la tía camine despacio en la memoria

- hilo de sombra  en la pared de siempre-.

Sigue

rueca en la sombra

marca el pasar donde se lustran los recuerdos

el dolor desangrado entre una gota y otra

sonido de campanas

duelo o nacimiento.

La clepsidra desdobla los insomnios

dice que la nostalgia es otra cosa:

leño  apagado en algún horno

piedra lanzada contra el viento.

Golpea

— música  distinta cada día —

está en mi casa como una enredadera

en mi rostro y el tuyo

en la mesa servida 

y los desvelos.


 

Del fondo del armario

Arlequines vacíos son los trajes.

               Juan Manuel Roca

Abro el armario

y el mundo nace en cada una de las sombras.

El cuerpo cuelga y se multiplica sin su alma 

los zapatos detienen el camino

las fotos y las cartas con  la cinta de amor

orfandad de las cosas sin su dueño.

Hay vuelo de color en las gavetas

(alguna esconde los secretos)

y en el bolsillo del abrigo 

un boleto de tren recuerda un viaje

acaso algún concierto

la exposición y un museo interminable

la cena caliente

las palabras.

Colores y formas renacen del fondo del armario

como una familia acompasada.

Hay orden  en los cuerpos unidos

superpuestos:

el de vestir de gala

el disfraz de ser otro en un lugar de nadie

y los papeles provisorios desde siempre.

Desordeno detrás de los vestidos 

en las cajas del fondo:

las cosas miran y  reclaman 

piden silencio

reserva a sus secretos.

Cierro el armario.

Los objetos me hablan de su dueño

los clausuro en la sombra:

alguien dará su identidad de nuevo.


 

Aprendiz de gato

Como el joven poeta

el gato se inicia en lo desconocido

se acerca al laberinto

acecha ruidos

el aire cortado por un vuelo

ángeles que caen

sombras bajo la luz.

Gato el poeta

va y viene sin reposo

sabe que a diario encuentra una salida

otra puerta al enigma

la vida escondida entre lo oscuro

la muerte agazapada en los rincones.

Sabe

-— poeta o gato —

que los días soleados albergan la noche

en lo más frondoso de los árboles

donde la luz comienza:

en el punto más negro.

 

Silencio para vivir

Pido silencio para vivir la flor y el fruto 

un viaje de palomas

y peces que dancen en el agua.

Pido silencio

y se ahoga la paz en cada esquina

golpea el dolor en el sitio del recuerdo

y el hijo apaga su lámpara bajo la muerte aliterada.

Silencio para vivir la flor y el fruto 

y retornan mensajeros sin sueño

palomas sin un ramo de olivos otean el horizonte

donde la voz es un clamor

una triste elegía que viene del diluvio.

Para vivir 

para escuchar el murmullo escrito en tantas páginas

y encontrar los ojos perdidos desde siempre

para buscar la paz

para mirarla de frente

si es que existe.


 

Cada palabra mía

       ¿Es para eso, que morimos tanto?

                                        César Vallejo

Costumbre mía esta de escudriñar palabras

y escribir en la hoja de los árboles

o en el reverso de los sueños

las líneas que al final son garabatos

en el milagro de vivir

y en la amargura de los muertos.

Costumbre esta de grabar un poema en la memoria

de sorprenderme cuando el sol se quiebra debajo de las ramas

y llega a la mesa con su gesto de sombras

para gritar la vida sobre un juego de objetos:

una  muñeca de trapo delante de la silla

un as de corazones

un viejo payaso desgonzado

y el libro que espera a la luz de una lámpara.

Costumbre buscar a Vallejo

y encontrarlo infeliz y atormentado

con la soledad del poema en sus entrañas

y la pena a golpe de dolor bajo su tiempo.

Escribir en silencio al paso de los días

y dejar en el cuarto de atrás

cada palabra mía

con el ángel que fui

y el mortal que a diario se desvela.


Tejer la vida

Con la raíz del sueño tejes 

Penélope callada.

Despiertas la página del tiempo

y en silencio trenzas las olas del mar

la música 

y el viento que va y viene.

De lado a lado 

un pájaro se mece en la memoria

y ondea la luz 

bajo la sombra 

más allá 

o más acá de las ventanas.

Tejes y destejes Penélope 

mientras la vida avanza y retrocede 

da vueltas en redondo

y pasa de uno a otro lugar 

como si nada sucediera.


 

Nuevos pasos

Cuando terminen 

nubes y pájaros de invierno

caerán nuestras manos

para tocar la tierra

y la llanura

Cuando se pierdan 

los primeros pasos

caminaremos

haciendo círculos concéntricos

de arena

Cuando palpite 

la sangre del tiempo

buscaremos un nuevo sonido

de polvo

de mar

y de canario


 

La vendimia

Llegará el día de recoger la cosecha y seleccionar frutos. 

Nos miraremos de frente y sabremos cuán dulce 

o cuán amargo fue el sabor de la vida entre las páginas.

 

Llegará la hora de pedirnos cuentas 

o saborear el vino de la tarde.

 

Veremos que llegó el otoño 

y la historia subió paso a paso la escalera

o bajó uno por uno los peldaños. 

Sabremos que el viento vino a sacudir las hojas 

o a quebrar el tronco o nuestras ramas. 

Entenderemos que medimos flaquezas 

y estuvimos vivos.

Tal vez nos abracemos sin decirnos nada 

y pensemos que valió la pena 

que no nos sorprendió el invierno

que estuvimos juntos en primavera y en verano 

que todo estuvo a la altura de los cuerpos 

o en la debilidad de los corazones. 

Los dioses dirán que no pasamos de largo 

por ninguna estación. 

Tal vez nos miremos a los ojos y con las manos en el pecho 

aceptemos que la vida tejió hondas cicatrices 

el bucle de las nubes en algún cielo perdido 

borrones y certezas 

y la pasajera felicidad.

Tal vez cerraremos el libro donde instalamos las palabras 

y sabremos que en el fin del mundo siempre hay un abrazo nuevo.

Tal vez no existan peldaños o ascensores

pero levantaremos la mirada y brindaremos 

por lo vivido 

y lo que no.

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