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REVISTA FUERZA DE LA PALABRA
ENSAYO 

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David Jacobo Viveros Granja

Escritor, poeta y ensayista, Magister en literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y abogado de la Universidad de Nariño, ha sido profesor de literatura en distintas universidades, como la Universidad Pedagógica Nacional, la Santo Tomás entre otras. Actualmente es profesor de la Universidad Javeriana, en el Departamento de lenguas y director del Taller de escrituras creativas de Idartes (Instituto Distrital de las Artes). Su más reciente libro reúne las novelas La trama y El lenguaje secreto. También  es autor de los libros: La escritura del procedimiento imaginativo: La creación continua en César Aira; Poética: Narrativa; Lírica; Dramática, Literatura contemporánea y Estética.  Además ha publicado en diferentes antologías y revistas especializadas. 

Construcción de la imagen del patriarcado:

Las formas bajo las que se manifiesta en la narrativa de la escritora Marvel Moreno.

 

Marvel Moreno a través de su producción narrativa crea personajes femeninos que aparentemente cuestionan la presencia de la autoridad clásica, la cual adquiere distintas apariencias. De ahí que resulte difícil para los personajes femeninos localizar todos los espacios que invade la presencia simbólica del padre (la imagen del patriarca se suele desenvolver en esta autora a través de personajes como la madre, el padre, el abuelo, la abuela, la religión). Este ensayo pretende estudiar el desarrollo de los siguientes elementos: el patriarcado en algunos textos de esta escritora es una presencia existente bajo distintas formas (patriarca proteico), y el modo en que los personajes femeninos intentan debilitar el poder de esta institución. 

En “Oriane, tía Oriane”, ingresamos en la casa donde los personajes son María, su abuela, tía Oriane y Fidelia. María puede visitar a Oriane porque el abuelo ha muerto, aún ya fallecido es mencionado. Mencionarlo es darle otra vez presencia (es traer a la memoria el recuerdo de la prohibición). Esta es la primera forma del patriarca. Luego surge por el rasguño de unas uñas la foto de Sergio, el hermano de la abuela y de Oriane.  La tía Oriane suscita “recelo” (Moreno, 2001, p.16), porque la visión del abuelo está en los demás miembros. Había una “obscura venganza” (p.18) que cada día Oriane cultivaba, cuando explicaba en qué consistía, sonreía. Dejó que la casa tuviera lugares olvidados, que ellos se llenaran de “telarañas y lagartijas” (p.18), el lugar de su venganza ocurría en el gran salón donde llenaba el sitio con cayenas, ese lugar de importancia lo presidía el retrato de su padre (quien odiaba esas plantas). La imagen recibía la luz del sol de frente, se desteñía, y la tía esperaba que se convirtiera dicha presencia en “un fantasma de cuadro” (p.18). Esta es la segunda forma en que aparece la presencia simbólica paterna. La venganza es una dependencia, es Sísifo sin poder dejar de llevar flores.

Vemos estas formas de debilitamiento al poder, la complicidad de la abuela que envía a su nieta hasta la casa de Oriane con instrucciones innecesarias; el goce de Oriane torturando al padre muerto que está atrapado entre cayenas, la luz y el retrato; y finalmente, la sombra que ingresa y se une al cuerpo de María, dicha sombra habría molestado o escandalizado al miembro de la familia que ya no está. Ni el padre ni el abuelo hablan, el hombre en los textos escritos por algunas mujeres suele estar presente desde el silencio o desde una disminución en su participación, pienso en Querido Diego, te abraza Quiela de Elena Poniatowska, Personas en la sala de Norah Lange, o en algunos cuentos del libro La otra gente de Fanny Buitrago, en este último, los hombres no necesitan muchas veces levantarse o moverse, su presencia basta para dominar el interior de la casa, a veces un golpe con el bastón o una tos es suficiente para exigir no ser molestado. En el cuento “El muñeco”, la pregunta que surge es la siguiente: ¿dónde se encuentra el esposo de Julia o el padre de María?, borrando a alguien, ese alguien resulta con mayor fuerza en la historia. Marvel Moreno debilita a cierto personaje masculino con su ausencia, pero la ausencia se vuelve la forma de este mismo. En “Ciruelas para Tomasa”, el padre de quien narra el cuento se construye a partir de la presencia de su hijo Eduardo, a quien no le gustaban “las riñas de gallo, ni los prostíbulos, ni las borracheras” (p.35), lo cual permitiría que lo llamaran “marica” (p.35). El padre vivía en un “mundo de peones y de bestias” (p.36), de gritos y groserías, con un “endiablado deseo de imponer su voluntad” (p.38), su furia lo podía llevar a desahogarse con los animales. “Un silencio precavido acogía sus pasos las noches que regresaba del potrero a dormir en la casa” (p.40). Nadie lloró su muerte, como nadie lamenta la desaparición de don Federico en el siguiente cuento.

“La muerte de la acacia” presenta a don Federico, quien tiene presa en la casa a doña Genoveva, cuando este hombre desapareció con su perro, nadie lo lamentó, él quería “someterlo todo a su voluntad” (p.55), pero de ese control que ejercía en el lugar junto con la iglesia, pasó a ser reducido por los rumores que cuestionaban su “virilidad” (p.54), después un dato sobre el abandono de su madre cuando niño llevó a la gente a la compasión por aquel sujeto. Es importante ver cómo la fuerza con que Federico se impone sobre la esposa, obligándola a salir solamente a misa de seis de la mañana, se ve fácilmente disminuida por el rumor o por el chisme. Es así como se cuestiona la imagen patriarcal, donde su dominio es temporal, pues quien permanece realmente es la mujer. Quien permanece en el mismo lugar es Genoveva, mientras el esposo desaparece con su perro, este animal había sido la representación de la agresividad de su propio dueño. Es posible verificar en la lectura de los cuentos de Marvel Moreno, cuánto dura la presencia de un personaje masculino en la historia o verificar con qué facilidad puede desaparecer. “esos hombres detentores de poder se revelan como seres sin gran envergadura, sin asidero, sin meta” (Aldana et al., 1997, p.100), pero se mantienen en el aire de la historia.

Doña Genoveva se torna solitaria, no vuelve a dejarse ver en la ciudad, se cubre con un atuendo negro hasta el suelo, era “una deidad enigmática más allá del bien y del mal” (Moreno, 2001, p.66), a pesar de haber desaparecido Federico, su presencia sigue existiendo en el cuento, en la mente de los habitantes, y su imagen llega de algún modo hasta la casa de Genoveva. El cuento inicia con una metonimia: el anillo de oro con dos leones, símbolo displicente del hombre, y que vuelve a mencionarse al final de la historia, a ser tal vez desenterrado; es el objeto que se presenta, se elimina y reaparece, el carácter proteico en este caso se realiza a través de un objeto, pero también por medio de los comentarios de la ciudad que reducen el poder que detenta. Ligia Aldana compara los destinos de Dora (en la novela En diciembre llegaban las brisas) y Genoveva (en el presente cuento), las dos mujeres son reducidas por los esposos, anuladas hasta desaparecer su fuerza sexual. Si en vida don Federico mantuvo bajo encierro a su esposa, después de muerto ella continuó usando su casa como celda, el poder patriarcal se manifiesta en la supervivencia del castigo impuesto por el esposo. Dos aspectos importantes en el análisis de este cuento los menciona Ligia Aldana: la hegemonía masculina y la iglesia. Estos dos elementos reprimen, y la iglesia apoya a dicha hegemonía y es una “agencia de control” (Aldana et al., 1997, p.154). En “Algo tan feo en la vida de una señora bien” cuando Ernesto ve a su hija “demasiado independiente” (Moreno, 2001, p.124), decide cambiarla de colegio a otro dirigido por monjas, estas mujeres religiosas continúan lo que el control paterno desea.

En “Autocrítica” la narradora presenta un lugar (el único) donde no tiene miedo (p.69): es la playa, allí iban con Alicia y su padre, es un espacio de felicidad en el recuerdo, porque papá ya ha muerto y cabe la posibilidad de encontrarse con su fantasma. Es entonces cuando se revela al lector que la imagen poderosa de la abuela choca contra la del padre, la abuela cree en fantasmas, el padre es definido por ella como un incrédulo; las pinturas que trajo papá son vistas por la abuela como inmorales, y junto con sus libros se queman; en su lugar se colocan cuadros que representan el infierno. La abuela se convierte en el sustituto del padre, apenas muere llega ella, se encarga de las cosas que necesita la nieta, pues el padre pasaba su tiempo leyendo. Otra vez la imagen del padre es desaparecida rápidamente de la historia, desde el inicio está muerto, la casa es un lugar propicio para lo femenino, y lo que sea una extensión del padre (es decir, Alicia) es expulsada de allí: “Esa bruja piensa que ejerzo mala influencia sobre ti” (p.74) dirá Alicia a su hermana.

Pero la abuela va cambiando de imagen y la narradora se encariña con ella, hasta inventa mentiras sobre su hermana. Al principio la imagen patriarcal se representaba en las acciones de la abuela, cuando ya nada amenazaba su orden se llegó a convertir en el ser querido de la nieta. Pero lo patriarcal no es la abuela, es su discurso dictado por la religión, desde allí se rige todo, y la misma narradora se acoge al sistema de la confesión y la culpa. Al final sólo quedan tres mujeres en el cuento: la abuela, la nieta e Inés. El temor que la religión le impone a la abuela tiene que ver con lo que llama la pérdida de la inocencia, pero ella ignora que su nieta ahora se desnuda en el mar, y el mar es la forma que adquiere lo que teme esta mujer. “El discurso del poder en el universo de Marvel se identifica con el discurso masculino y de la tradición que se sustenta en la mirada de las matriarcas de las generaciones anteriores” (Aldana et al., 1997, p.140). ¿Por qué la madre de la narradora no tiene presencia en el cuento sino como una rápida mención? Porque contradijo el poder de la abuela, después de que ésta la cuidó por años, se casó con el padre de Alicia y la hermana y se fue a París, alejándola de la madre; luego muere al dar a luz a la protagonista, ocupa el lugar el padre, quien morirá para que pueda regresar la anciana (no tiene presencia el esposo de esta mujer en el cuento). Al leer el texto titulado “Una taza de té en Augsburg”, Betty Osorio escribe que “Prescindir de la imagen de la madre es al mismo tiempo superar un sistema represor del deseo y el precio por conquistar una autonomía erótica” (Aldana et al., 1997, p.133), y añade que “Lo que Miranda  ha dejado atrás es precisamente la ideología del patriarca que la obligaría a una mutilación de su deseo” (p.133). Al volver a este texto literario, lo que se encuentra es que Miranda ocultó el ser lesbiana para “no chocar a su padre ni darles motivos de crítica a quienes reprochaban a Lucio Castro el haberla adoptado” (Moreno, 2001, p.227), es decir la familia de él. El ocultar esto y el no querer dar motivos a quienes se asocian con el padre, muestra que Miranda no puede enfrentar a los otros, tampoco puede afrontar lo que sucedería si le contara a aquella anciana que ella era su verdadera madre.  Miranda logra una autonomía, y evita cualquier mutilación simbólica eliminando cualquier expresión afectiva y huyendo de sí misma, impone su voluntad como lo hacía Lucio y otros personajes masculinos en algunos cuentos ya mencionados; ella no estaba segura de haber querido ni a su padre adoptivo ni a Peter, no podía establecer con las mujeres “ninguna relación afectiva. El contenido de la palabra amor le era desconocido y bastaba con que una de sus amantes se mostrara posesiva para que la dejase en el acto” (p.227), cualquier gesto de ternura era visto por ella como una ridiculez. En el salón de té, a Miranda “le importaban muy poco” (p.231) los pensamientos de su madre, sólo le preocupaba si la anciana podía ser un peligro, la hija pudo permitir que Frieda envejeciera en paz con la verdad de quién era, pero no lo hizo. Su imposibilidad para sentir, nunca le permitió comprender por qué la gente cambiaba cuando se enteraba cómo se comportó con la madre.

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[1] Escritor y profesor de la Universidad Javeriana.

[2] Se debe recordar que Proteo en la Odisea es el anciano adivino del mar que al ser atrapado, puede escapar convirtiéndose en otras formas: “cambióse primero en león melenudo,/en serpiente después, en leopardo y en cerdo gigante,/luego de ello en corriente de agua y en árbol frondoso” (Homero, 1993, p.155). Asimismo, cuando se cree vencer o disminuir al patriarca en algunos textos de Marvel Moreno, el patriarca solamente adquiere otra forma y así subsiste.

[3] En otro cuento de Marvel Moreno, bajo la cayena estaría sepultado el muñeco.

[4]Laura de Urueta, su madre y Lilian en “Algo tan feo en la vida de una señora bien”

Conclusión

Para Elizabeth Burgos al hablar de la escritura de Marvel Moreno, la madre es “la transmisora y responsable del cumplimiento de los mandatos del poder patriarcal. La madre aparece como el principal agente de colaboración al oponer la ley del padre al cuerpo grávido de deseos de la hija” (p.101), y nos recuerda que “el patriarcado no actúa solo; […], precisa de la colaboración” materna (p.101). En “Algo tan feo en la vida de una señora bien”, Laura le habla a su novio Ernesto sobre Horacio (el hombre con quien pierde la virginidad), “pintándoselo con los peores colores” (p.119) según el consejo de la propia madre.

En los cuentos mencionados de esta escritora colombiana, la figura del padre es debilitada, pero las manos femeninas no pueden apagarla, porque si es una ausencia la figura del padre (o del esposo), el lector se pregunta con mayor intensidad en dónde se encuentra, si ya está muerto, sigue presente en forma de retrato, se lo atormenta mediante la inversión del acto de rendirle un honor, y si él era la prohibición, ya muerto, sigue presente en forma de recuerdo. Ese es el patriarca proteico, cuando las manos femeninas lo atrapan ya ha adquirido otra forma. Puede morir este personaje, una hija puede tener que ver con la muerte (“Ciruelas para Tomasa”), nadie lo llora, y sin embargo se convierte en un protagonista del cuento, él regresa en forma de evocación, así una mujer lo narre. 

Lo patriarcal puede ser la visión que impone la religión en una mujer como la abuela, el hombre que ejerce el poder patriarcal puede desaparecer pero sobrevive a través de los castigos que imponía. En muchas de las historias de Marvel Moreno, los esposos son copias entre sí que subsisten a través del matrimonio. Habría que tener en cuenta ciertos espacios y acciones de contenido sexual en algunos textos de la escritora, que a su vez son líneas de fuga (según Deleuze y Guattari) para salir o escapar del espacio patriarcal, como las aguas, específicamente el mar o la playa, y acciones como el estar descalza (recuerdo “Autocrítica” o a Laura de Urueta) o destrenzar el cabello, que suceden fuera del territorio de control (en los límites quizás). En “Oriane, tía Oriane” el desconocido le llena a María la falda de corales, corren a la orilla del mar y van más allá; en “Algo tan feo en la vida de una señora bien”, Laura desea a Ernesto mientras mira “la arena chupar la espuma de las olas”, cuando estaba con Horacio habían descubierto “una cueva que el mar cubría apenas subía la marea; allí se quedaban toda la tarde” (p.129).  El personaje de Miranda es un ejemplo de falsa autonomía, es entrenada por el padre, hereda todo de él, ella le oculta su identidad, prefiere mantenerse en el ámbito represor. Su rechazo a la madre es una continuación de la frialdad que representaba el abuelo biológico. Cuando el personaje femenino no se rebela y simula el discurso patriarcal para no enfrentarlo, acepta el funcionamiento de su sistema represor inconscientemente. Miranda no vence a la familia del padre, es él quien se enfrenta, representado por ella.


 

Referencias Bibliográficas

 

Aldana et al., (1997). La obra de Marvel Moreno. Lucca, Italia: Mauro Baroni Editore.

Buitrago, F. (1973). La otra gente: cuentos. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura.

Deleuze, G. & Guattari, F. (1978). Kafka: por una literatura menor. México: Ediciones Era.

Homero (1993). Odisea. Madrid: Editorial Gredos

Lange, N. (1950). Personas en la sala. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

Moreno, M. (2001). Cuentos completos. Bogotá: Grupo Editorial Norma.

Poniatowska, E. (2000) Querido Diego, te abraza Quiela. Santiago: LOM Ediciones; México: Era.

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