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REVISTA FUERZA DE LA PALABRA 
POESÍA

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Martha Cecilia Ortiz Quijano, Tumaco 1975

Poeta nacida en Tumaco, Nariño, aunque desde muy temprana edad habita Cali. De profesión Politóloga. Ha sido invitada a diferentes festivales en Colombia y el exterior. Sus poemas han sido publicados en antologías y revistas de Colombia e Hispanoamérica. Entre sus publicaciones; en el 2014 “Trébol de Cuatro Hojas” (Coautora). En el 2014 hizo parte del tomo II de la Antología; “Poesía Colombiana del Siglo XX Escrita por Mujeres” (Apidama Editores). En el 2020, Antología personal “Desde la Otra Orilla” (Editorial Seshat). También, en el 2020 fue una de las ganadoras de “Poética del Aislamiento” (Gobernación del Quindío, El Espectador y Cuadernos Negros Editorial). En el 2021 fue una de las ganadoras para la Antología de poesía erótica “Cuerpos Habitados” de Editorial Exilio. En este mismo año, su poesía fue incluida en la Antología “Desde la Luz Preguntan por Nosotros” Editada por la Fundación Pablo Neruda de Chile, y en el libro “Cali: Territorio Literario” Editado por Sial Pigmalión de España y Univalle Editorial de Cali - Colombia. Ha sido curadora de algunas revistas culturales   de Colombia y Latinoamérica. “Luna Nueva” con el dossier “Arte en la Calle” y en la Revista feminista “EnreDHadas”.    

Nueve lunas

 

Durante nueves lunas

antes que yo naciera

en ese territorio cierto, útero tibio

madre

y yo

librando dos batallas en un solo cuerpo.

Hacerme paso entre sus huesos y su carne

en ese permanecer

cordón umbilical

mundo acuoso.

 

Su cara de acantilado

espejo de agua

la mía en su reflejo

-sello inquebrantable-

 

Estopa encendida en el alumbramiento

en ese primer grito

siendo vida

entre tantas muertes.

 

 

Madre Yemayá

 

En la noche de los relámpagos

he sentido que regreso al mar.

Yemayá abre sus entrañas para mí

esta vez

no para parirme

sino para tragarme,

acunarme de nuevo en su vientre.

 

Llevo una angustia metida en los bolsillos

desde antes que mis pasos recorrieran el mundo,

desde antes que afilara el lápiz

 y entrelazara palabras.

 

He vuelto a soñar que regreso al mar,

mi cuerpo esta vez

convertido en cenizas. 

En mi país, todos los días muere gente

Collares de niños muertos

nos cuelgan de las entrañas.

En mi país, todos los días muere gente

Collares de niños muertos

nos cuelgan de las entrañas.

Emilia Ayarza 

 

 

En mi país

todos los días muere gente,

no importa

si son niños que aún no hacen camino

o si es gente

con ojos de atardeceres.

Mueren entre bombas y disparos

o en una apacible noche rodeado de queridos seres.

 

Las estadísticas salen cada mañana en el telediario.

 

En mi país 

muere gente en manos asesinas

a fusil (tiro de gracia)

bombardeados

o acribillados, mariposas crucificados con alfileres.

Tampoco se salvan las mujeres calcinadas por el relámpago

ni líderes que luchan por nobles causas,

ni los hijos de tantas madres

a las que no les alcanzan lágrimas para llorarlos.

 

En mi país

a la vida la matan sin siquiera alzar vuelo.

No hay cementerio para tantos muertos.

 

¡El dolor y el sobresalto

son la constante en el paisaje!

 


 

Ofrenda de sangre

 

Con la rueca y el ovillo

se han ido hilado los días

de este territorio casi olvidado por los dioses.

Los hombres nuevos han de alzar la voz

ante lo injusto,

ante los crímenes sin sentido.

En el cuenco de las manos amasaran la rabia

ese fuego interno

ese golpe seco en el estómago.

 

En ofrenda de sangre

les han llenado de alfileres la lengua

los ojos les han zurcido.

La muerte surca el cielo en forma de ave 

han desprendido sus cabezas de un solo repaso

las han puesto a rodar por las calles de cada pueblo.

 

Ofrenda de sangre

corderos en sacrificio

de esta tierra sin salvación

que ya el fuego no puede purificar tantas culpas.

 

 

 

Sin equipaje

 A Yaneth Calvache

 (Líder social asesinada en el Cauca)

 

En la última estación del año

estabas, con tus ojos grandes

lámpara en la madrugada.

La muerte, se paró frente a tu puerta

llegó con las primeras horas

-sin equipaje ni despedidas-

migraste a un nuevo paraje.

 

Tus pasos lacerados

sellos sobre la tierra de Balboa

memoria de la ignominia.

En tu hacer de mujer campesina

arañaste la tierra

para que fuera el alimento

no sarcófago de tu pueblo.

 

Las semillas que plantaste

en el huerto

ahora son frutos.

 

Desde antes y después

de esa mañana de diciembre

llueve sangre sobre el Cauca.

 

 

Migrante

 

La tierra se hace pequeñita sobre mi joroba

en una maleta cabe la vida

sonrisas en tiempo de las cosechas quedan atrás.

Camino liviano por si los pies y las fuerzas no son suficientes. 

Escapo de la noche, el hambre y el frío 

añoro llegar a la “tierra prometida”

sin serpientes ni manzanas envenenadas por el odio

ni flechas apuntando al corazón.

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